de la princesa Isabel,
esta es la historia que deben
chicos y grandes saber:
érase una princesita
de las pocas que se ven
que cara y alma tenía
más de ángel que de mujer.
Por verla vino a Castilla
un príncipe aragonés
que enamorado no vino
y enamorado se fue.
– Caballeros de mi corte,
dijo el príncipe al volver.
Corred, corred a Castilla
y a la princesa Isabel
mi corazón y mi Reino,
de rodillas ofreced.
En Aragón y en Castilla
todo regocijo es,
que se celebran las bodas
de Fernando y de Isabel.
Casaditas y solteras,
de esta señora aprended,
que ella corta y ella cose
las camisicas del rey.
De oro son las tijericas
y las agujas también,
pero, aunque sean de oro,
trabajo cuesta coser.
La corona de dos reinos
adornan su hermosa sien.
La corona de dos mundos
merecen que Dios les de.
Por el mundo va un marino,
un marino genovés,
diciendo que dará un mundo
al que un barquito le de.
Todos le tienen por loco,
todos se ríen de él
y a la Reina de Castilla
su mundo viene a ofrecer,
desgarrados los vestidos
y descalcicos los pies.
– Marinero, marinero,
dice la Reina Isabel,
para darte navecicas,
yo mis joyas venderé.
que bendiciones del pobre
le bastan a una mujer.
Ya cruza la mar salada
el marino genovés,
llorando va de alegría,
¡que Dios le vuelva con bien!
¿Qué barquitos son aquéllos
que entre la niebla se ven,
dando contentos al aire,
las banderas de Isabel?
En ellos vuelve el marino,
el marino genovés,
llorando vuelve de gozo,
que Dios le vuelve con bien.
– Aún manda en España el moro,
dice la Reina Isabel,
dadme una cota de malla
y un caballo cordobés,
que de las tropas cristianas
capitana quiero ser.
En los templos de Mahoma
la cruz de Cristo se ve
y el moro a la morería
tiene al cabo que volver.
La corona de dos mundos
ya adorna su hermosa sien,
la corona merecida
por Fernando e Isabel.
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